Su madre, Tayla, ha explicado cómo trata de parar desesperadamente a su hijo hambriento que, debido a esta extraña enfermedad, hurga en todos los sitios imaginables (incluido el cubo de basura) para intentar saciar su hambre.
La joven, de 21 años, siente que está haciendo que su hijo se sienta más hambriento, pero entiende que es la única manera de que pueda controlar lo que come, que es lo mejor para su salud.
“Es el peor sentimiento del mundo. Es como si estuviera matando de hambre a mi propio hijo (…) Como madre, cuando tu hijo llora quieres alimentarle. Esto va contra tu instinto.”, ha explicado.
Muchos de los afectados por el síndrome de Prader-Willi son obesos debido a que pueden comer hasta seis veces más la cantidad de comida diaria recomendada. El desorden afecta de tal manera a Frankie, de tan solo cuatro años, que cuando tiene una de sus crisis éste arremete contra su madre y su hermano de dos años, Albie, e incluso han tenido que poner una puerta en la escalera para evitar que pueda acceder solo a la cocina.
Pero desde que empezó el colegio, Tayla cree que la rutina que se les impone a los niños, que tienen unos horarios específicos para comer, ha ayudado a su hijo a entender tanto los horarios de las comidas como las porciones que debe ingerir.
Durante su jornada escolar el niño toma dos ‘snacks’ y almuerza a media mañana, pero a las cuatro de la tarde exactamente, su madre le tiene preparada siempre la cena para que no tenga una recaída, informa Mirror.
Entre los múltiples síntomas del síndrome, quienes lo padecen tienen una obsesión constante por encontrar comida, lo que puede llevarles a robarla o a esconderla.
Tayla se dio cuenta de que algo iba mal con su hijo cuando, en sus primeros meses de vida, le alimentaba más de lo normal. Al principio ignoró lo que estaba sucediendo y simplemente creyó que era un bebé muy hambriento, hasta que con dos años el bebé seguía comiendo como si nunca antes hubiera comido.
“Le tenemos que dar una dieta de alta nutrición y he leído mucho sobre cómo darle comida más rica que le haga sentirse lleno durante más tiempo.”, ha comentado su madre.
Desde que empezaron a buscar un diagnóstico médico profesional, Tayla estuvo leyendo e informándose acerca del síndrome y contactó con otros padres cuyos hijos se encontraban en la misma situación. La joven ha admitido que uno de sus peores temores era que su hijo fuera obeso y que se sintiera incapaz de seguir el ritmo a sus amigos mientras jugasen.
“Es un niño muy activo. No quiero que empiece a comer cosas poco saludables. Espero que cuando crezca, haya aprendido a lidiar con sus síntomas y entienda que comer de más es malo para él.”, ha añadido.